— ¿Hay alimento y cobijo al otro lado?, yo solo veo piedras y los brujos dicen que son tierras malditas sin vida. — murmuró Thami. —Es difícil salir adelante pero sabemos labrar la tierra y sacarle frutos al río con la pesca, mi pueblo no quiere saber del vuestro pero yo no podía quedarme sin hacer nada. —Dijo Trueno asintiendo con la cabeza.
De repente la lluvia comenzó a hacer acto de presencia, sorprendiendo a los chicos que no sabían donde cobijarse. Tal era la fuerza del agua que donde hubo tierra, flotaban ahora hojas y raíces secas. Trueno seguía tan extenuado por la travesía y la niña tan abatida por tanta destrucción, que quedaron postrados sobre el agua como esperando que la vida también se les anegara.
Thami cerró los ojos y agachó la cabeza. Las gotas resbalaban sin parar por su pelo hasta caer en el cuerpo de Trueno. Y comenzó a cantar la nana que su abuela, la anterior bruja del clan, le había enseñado. Justo antes de morir, en su lecho de muerte le rebeló una profecía a Thami. Cuando el cielo se cierre y la tierra se una con el río, canta mi canción. —Calma tu sed con lágrimas de alegría, trae del futuro el camino sobre el puente, camina sobre las aguas, rumbo a la vida. Trueno, que había oído esa canción cada mañana junto al río, comenzó a cantarla con ella. Con el agua hasta sus pequeñas cinturas, justo cuando la vida parecía acabarse, la lluvia volvió a cesar y una extraña luz descendió junto a ellos.
—Estamos muertos —dijo Trueno. —Si, yo también veo una luz— dijo Thami extrañada. De repente una sombra se acercó a ellos. Era una figura humana, de una altura considerable y un caminar seguro y tranquilo. —Hemos venido a ayudaros— dijo el visitante con voz grave. — ¿Quién eres tú? — preguntó Thami temerosa. —No queremos haceros daño, no temáis. Venimos de otro tiempo, hemos oído vuestra llamada.
— ¿Cómo que de otro tiempo?, ¿Cómo puedes ayudarnos? —No hay tiempo para respuestas. Thami, tu pueblo tiene hasta la caída del sol para cruzar el río, al otro lado podréis reponer fuerzas y buscar el valle que hay más allá de las rocas, vuestro pueblo allí podrá estar a salvo, con alimento y agua.— dijo el ser extraño.
— ¿Cómo pretendes que crucemos el río?, ¿No ves que es imposible? ¡Nos ahogaremos!—. Fue terminar Thami su frase y un ruido ensordecedor inundó el río. De repente una gran sombra negra atravesaba las nubes descendiendo lentamente sobre el suelo. Conforme se acercaba, los niños atónitos pudieron ver dos grandes torres que sostenían un camino en el centro. De las cúspides nacían unas cuerdas que descendían como un arco hacía la base. — ¿Esto qué es?— gritaba Trueno desesperado.
—Este puente, estará aquí mismo dentro de unos siglos. Hemos generado un túnel del tiempo justo en ese lugar para que podáis cruzar y salvar a vuestro pueblo. Pero solo tenemos unas horas. El puente no estará ahí por siempre. Dile a tu gente que venga cuanto antes y cruce por este camino. Os doy mi palabra de que es seguro. —
— ¿Cómo podemos confiar en ti? ¿Cómo sabremos que no quieres que muramos?— preguntó Thami. —Te contaré algo que no sabes, tu abuela fue una viajera del tiempo. Su espíritu era capaz de viajar al futuro y saber qué ocurriría mañana. Un día nos visitó en nuestro siglo y nos pidió ayuda. Ella sabía que esto iba a ocurrir. Venimos de una era donde las dimensiones no tienen misterios. Ella nos rebeló secretos que nunca podríamos descubrir por nosotros mismos así que, estábamos en deuda con ella. Por eso estamos aquí, para ayudaros.
Trueno y Thami se quedaron sin palabras. Ambos se pusieron en pie y haciendo una señal con la mano de espera, comenzaron a caminar hacia el asentamiento que el clan había montado sobre la colina. Sus piernas temblaban y su aliento delataba un cansancio y nerviosismo desmedido. — ¿Qué les vas a decir de mi? —Preguntó Trueno, —No lo sé, dejaré que el corazón hable por mí. — contestó Thami.
El olor a humo de la fogata delataba que ya estaban muy cerca del poblado. Al adentrarse en él todos los miraban extrañados. Thami le llevó de la mano hasta donde estaba su padre.
—Papá, tenemos que hablar, es muy urgente. No lo vas a creer.— dijo Thami con voz temblorosa. —Hija, ¿quién es este chico? ¿Por qué lo has traído hasta aquí?. —Ahora eso no importa papá, quiero que vengas con nosotros, has de ver algo insólito que puede salvar a nuestro clan.—
Los tres caminaron colina abajo. Conforme atravesaban el bosque de chopos el gran jefe del clan se quedaba más y más boquiabierto con lo que veían sus ojos. —¿Pero qué es eso? ¿Cómo ha llegado hasta aquí?— Eso que ves ahí, es un puente hacia la vida. Tu madre, mi abuela nos tenía preparado algo porque, ella sabía que esto iba a ocurrir. Este puente es del futuro. No entiendo exactamente como ha llegado pero se que un túnel del tiempo lo ha traído hasta aquí.—Dijo serenamente Thami.
—Señor, tienen hasta la caída del sol para cruzar y buscar una tierra rica en pasto y agua para su pueblo, más allá de las rocas donde nosotros vivimos. Pueden pasar un tiempo con nosotros y partir cuando tomen las fuerzas. Nosotros podemos darles víveres para el camino. — Añadió Trueno. —Hijo, no se quién eres, no se cómo ha venido esto hasta aquí y no tengo por qué confiar que todo eso sea para salvarnos. Nuestro pueblo ha sido perseguido por las desgracias y siempre hemos sabido salir solos de ellas. No tengo por qué confiar que esta opción sea buena para nuestro pueblo.— Afirmó el padre de Thami.
—Papá, vienen lluvias más fuertes, ¡La abuela sabía que esto sería el fin para nosotros! ¿Cómo no vas a confiar en el poder que tenía tu madre? ¿Acaso vas a creer más a los dos viejos locos que hacen de brujos ahora? — Logró pronunciar Thami entre lágrimas. — Llevas razón hija, subamos la colina y tratemos de conversar con nuestra gente.— .—Por favor no tarden, el sol está a punto de comenzar a caer.— Gritó Trueno.
Ambos subieron la colina de la mano, apretándose fuerte el uno al otro, conversaron con su pueblo, hubo gritos, disputas y nervios. Pero todos confiaban tanto en la difunta bruja del clan que decidieron emprender la marcha. Lo habían perdido todo y poco les quedaba como equipaje. Todos bajaron la colina despacio, arrastrando sus hatillos y cargando a sus bebés. Pero Thami echó algo en falta. De repente se separó del grupo y gritó a su padre. —Papá, regreso a buscar a Sis, mi muñeca— Gritó preocupada. —No hija por favor, ya te haremos otra. —No papá, no puede ser otra, Sis no puede ser sustituida, no te preocupes, no tardaré. — Su padre la miraba preocupado.
El grupo había llegado junto al puente, todos estaban asustados y sorprendidos por tanta magia. —¿Dónde está Thami Señor?— Preguntó Trueno asustado. —Se ha quedado buscando su muñeca, dice que ahora viene. —Vayan cruzando, yo la esperaré aquí no se preocupe. — le dijo al jefe del clan.
El grupo comenzó a caminar temeroso sobre ese extraño puente. Nadie confiaba en que sus pasos fueran seguros. Pero avanzaron lentamente. Trueno se estaba desesperando, trataba de ver si veía a Thami bajar la colina pero no lograba verla. El sol mientras tanto seguía su rumbo a morir en el horizonte y Thami seguía sin volver.
Entonces, Trueno decidió correr hacia la colina en busca de su amiga. Su corazón se agitaba por momentos. Gritando el nombre de la niña sin parar, desesperado mientras la lluvia comenzaba de nuevo a hacer acto de presencia. Los rayos y estruendos azotaban el ambiente y lo llenaban de tal inquietud que Trueno a pesar de su valentía temblaba como un crío. —Me llamo Trueno, no puedo tener miedo.— Se decía para sí. — ¡Thami donde estás!— Gritaba desesperado alargando las vocales. En ese momento, fue cuando pudo ver a unos metros que Thami estaba regresando exhausta, perdiendo pie y cayendo a cada instante al suelo por el cansancio pero con su muñeca en la mano.
— ¡Deprisa Thami!, nos queda poco tiempo para cruzar. — Trueno sostuvo a Thami sobre su hombro y la arrastró como pudo. El sol comenzaba a desaparecer por el horizonte y el puente cada vez estaba más difuso. Algo extraño pasaba con él. Un punto negro sobre las nubes comenzó a girar sobre si mismo formando un remolino que parecía querer absorber todo. En ese momento comenzaron a cruzar Trueno y Thami mientras el resto del clan los observaba desde el otro lado del río.
Justo cuando estaban a mitad del puente, la estructura comenzó a hacerse pequeños pedacitos que se iban elevando lentamente hacia arriba hasta ser abducidos por el agujero. En ese momento, un silencio se adueñó del lugar. No había puente y tampoco había rastro de los chicos. El clan del zorro rojo salvó su existencia pero quedó desolado por un tiempo por la pérdida de aquellos valientes que, decidieron arriesgar su vida por los demás.
El 24 de Septiembre de 2016, un grupo de obreros que hacían trabajos verticales de mantenimiento del puente que cruza el Támesis, encontraron un objeto extraño enganchado en una de las sujeciones de los tirantes del puente. Una muñeca hecha de madera y lana que uno de los obreros decidió llevársela a casa.
— ¡Cielo! ¿Dónde estás?, tengo algo para ti, ven— la pequeña se acercó a su padre sonriente y con los brazos abiertos recibió la muñeca. —¿Te gusta Thami?.
#Relato (c) Poesía entre las cuerdas 2017
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