Enlace a parte I
Parte II
Trueno bajó su rostro en señal de tristeza y preparó su arpón para clavarlo una y otra vez en las turbias aguas del río. De repente comenzó a tronar mucho más fuerte y la lluvia se intensificó de un modo salvaje.El río comenzó a crecer y desbordarse hacia el otro lado y Trueno observaba preocupado pensando en su amiga. El clan de la roca blanca esperó tranquila y pacientemente que la tormenta pasase. Mientras tanto Thami y su familia achicaban agua como podían de sus chozas que comenzaban a derrumbarse. Mojados y con frío, luchaban contra lo imposible, la fuerza de la naturaleza no tuvo piedad y lo destrozó todo. El ganado se ahogó o escapó, quedándose prácticamente sin nada.
La crecida era cada vez más intensa, el jefe del clan ordenó a todos reunirse sobre la pequeña colina, que era lo único que les quedaba a salvo en esa zona. Mojados y sin nada, caminaron sobre el barro, subiendo cada vez más la pequeña montaña. Trueno al otro lado observaba como las diminutas luces de los candiles del clan del zorro rojo subían en procesión hasta lo más alto. —Lo han perdido todo— pensó para sí.
Al anochecer la lluvia puso una tregua sobre la luna que en su plenitud iluminaba las aguas y sus alrededores. Trueno veía las hogueras a lo lejos, justo en la cima del pequeño montículo elevado. «Mañana cruzaré a nado el río, necesitan ayuda».Y así, pensando en aquella niña, Trueno cerró sus ojos imaginando su travesía a nado entre las aguas bravías del río que les separaba.
Al amanecer el cielo no aparentaba tener piedad. Lucía de un color gris rojizo y sin oquedades que hicieran ver la más mínima intención de romperse. Aún así Trueno se despojó de su lanza y su calzado y se adentró en el agua con recelo. Justo cuando le llegaba a la cintura titubeó, mirando al otro lado con ojos temerosos pero, fue pensar en Thami y un fuerte impulso guerrero le abalanzó sobre las aguas.
—Papá, ¡Crucemos el río!, al otro lado no se ven inundaciones... —gritó entre llantos Thami. —Hija, sabes que aquellas tierras están malditas. Las piedras encierran maldiciones e impiden que crezca vida, ya nos han advertido de ello los brujos. No vamos a cruzar a ese lado. —dijo sereno su padre. — ¿Brujos?, ¿Aún vas a hacer caso a quien te propone matar al primer recién nacido que además sabes que será tu hijo? — respondió enfadada. El padre le asestó una bofetada y Thami corrió despavorida huyendo colina abajo.
La tierra comenzaba a filtrar el agua y Thami sorteaba los charcos como podía, pintando su cuerpo y sus vestiduras de tierra y fango. Al llegar a la orilla del río, pudo observar a lo lejos un bulto tirado en la tierra. Tuvo que acercarse con miedo para saber que era. Trueno estaba desfallecido sobre la orilla, sin fuerzas y sin aliento. La niña lo cogió entre sus brazos, sentada en el suelo y trató de secar su cuerpo con sus manos. Trueno abrió los ojos y se encontró de repente en los regazos de Thami.
—Lo he conseguido. —susurró casi sin aliento. —No hables, respira, necesitas tomar fuerza. Creo que estás loco por tratar de cruzar el río a nado —dijo seriamente Thami. —¿Tratar? Dirás por cruzar el río porque como puedes ver lo he conseguido —dejaba entrever una leve sonrisa.
— ¿Por qué has venido?— pregunto Thami. —Quiero ayudaros. Mi padre dice que se avecinan lluvias peores, nadie dice nada de vosotros pero yo os he observado y no puedo quedarme de brazos cruzados. — Dijo Trueno
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