Caminaba por la calle, meditabundo, transeúnte y ausente, con su sombrero lleno de pensamientos. Nadie se fijaba en él, ni en el repiquetear de sus pasos lentos y medidos. Sentado en el velador, al sonar de los coches, el gorrión se acercaba para ver si caía alguna migaja desde la boca de aquella figura pálida y adolorida.
Respiraba, profundo y erguido, como queriendo captar el minuto y el aire al mismo tiempo pues la vida, sin venir a cuento, se le iba por momentos. En su pensar profundo y su mirar lejano había un poeta, en su contemplar el reloj y en el sorbo de la copa, había un poeta. Y en su soledad, triste y amarga, paría poemas dulces de adiós.
Era un poeta anónimo. De los que hay tantos en el mundo. Poetas que no saben de fama ni de gentes, poetas que comparten al aire sus letras sin más afán que el de sentir y ser sentido. El poeta anónimo existe, más allá de libros y mercaderes. Poeta del pueblo y de la gente, trovadores de sueños rompedores de mentes, aniquiladores de almas y acariciadores de muerte. Trataba con dulzura su dolor, entre las letras bordaba un colchón para hacer un lecho de poemas que acortaran su espera.
Marchó por el camino del adiós y en su partir, me dejó las ganas locas de ser un poeta anónimo como él, un poeta en silencio, un poeta solo para quien quiera leerme.
(c) 2016 Poesía entre las cuerdas
En memoria a mi amigo Pepe García Resille
Bellísimo Pablo, en mi modesta opinión, tú ya eres un poeta. te delata hasta tu prosa poética y ese caminar que tan hermosamente transmites, te delatan tus letras y lo más bonito es que aspires a ser quien eres, lo cual subraya tu humildad, preciosa condición para un poeta. Gracias
ResponderEliminarExcelente Pablo. Tu redacción tiene mucha calidad y tu imaginación esta a la altura. Felicidades por tus escritos. Como tu dices y suelo decir también: lo bordas.
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