Asiento Treinta y nueve
de un vagón destino incierto
a mi derecha un sol velado
que nace distante y solitario.
Aves rompen el aire y mis sentidos
llevando en su vuelo el brillo dorado
de un amanecer que bañó sus alas
con luz intensa de la mañana.
Despejado el día
nublada el alma,
desconfío del destino y sus promesas
porque el reloj un día marcó parada
y su aguja clavó sutil la flecha
en mi corazón que aún,
de esta callada vida,
aún no espera nada.
(c) Libertad entre las cuerdas
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