El chico sombrío se detuvo frente a dos caminos llenos de razones. Uno para vivir y otro para sentir. Miró al cielo como buscando una respuesta. De repente una luz misteriosa se acercó y le dijo: -debes elegir vivir o sentir.
El chico sombrío no supo dónde dirigir su primer paso. -¡Quiero vivir y sentir!- dijo en voz alta. Los pájaros volaron espantados por el eco de su voz. La luz misteriosa permanecía estable sobre el suelo musgoso, como queriendo dar una respuesta a sus preguntas… o quizá queriendo escuchar una respuesta.
-Quiero vivir para sentir, quiero vivir que siento y quiero sentir que vivo. Si elijo el camino de la vida, tal vez todo deje de tener sentido o puede que muera sin sentir que he vivido…-
-Quiero sentir. Quiero que me duela el amor, reírme de las penas, llorar de alegría, gritar de placer o gemir de dolor. Quiero sentir el minutero rasgando mi vida y el segundero acelerando mi espacio y tiempo. Quiero sentir mi luz y mi sombra, mi brevedad y mi silencio, mi terquedad y hasta el más leve murmurar de mi alma deseo sentirlo.
El chico sombrío regresó sobre sus pasos dejando atrás los dos caminos. La luz se elevó queriendo escuchar los susurros del caminante. Pero nada se oía porque la sombra comenzó a desvanecerse hasta transformarse en luz. Una luz que llenaba de vida todo sobre sus pasos y que nadie jamás pudo dejar de sentirla.
(c) Libertad entre las cuerdas - Para Dichtkunst Magazine 2016
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